viernes, 24 de julio de 2020

Capítulo 18





Carlos y Leopoldo  hablan desnudos en la cama. Leopoldo tiene su cabeza en el tierno torso desnudo del joven . Carlos lo acaricia con ternura:
--¿qué vamos a hacer? --pregunta Carlos  con tristeza.
Leopoldo  suspira enamorado. Besa el pecho desnudo de Carlos:
--No lo sé.
--¿eres consciente que no deberíamos haberlo hecho? Nunca deberíamos haber hecho el amor.
Aunque Carlos se siente culpable no puede negar la realidad. Ama a ese hombre y no quiere renunciar a él. Leopoldo , pese a todo, es feliz. Nunca fue tan feliz. Lo acaricia, goza con su ternura. Lo ama, le gusta. Le atrae su juventud. Su belleza. Luego de años de frustración y desamor, a Leopoldo  le gusta que un chico tan joven lo desee.
--yo lo único que sé es que nunca fui tan feliz. Nunca me sentí tan feliz. No pensé que el amor, el sexo fuera tan hermoso. Es tan grande esto que siento. Lo recordaba como algo sucio. Feo.
Carlos levanta el rostro del hombre para mirarlo a los ojos. Está emocionado pero sus palabras aumentan su confusión.
--¿hablas en serio? ¿Es porque eres gay y no lo querías aceptar?
--Era bisexual pero no estoy con un hombre desde que me casé y con Manuela desde que nació la niña. Me acostumbré a vivir sin sexo. No quería perder a mis hijos y cada vez me daba más miedo tener intimidad con alguien. No me imagina estar así con nadie. Ni hombre ni mujer. Hace años que renuncié a ser feliz.
Carlos sonríe mientras le acaricia la cabeza 
--no sé qué me has hecho. Nunca sentí ni el más mínimo interés en un hombre pero de ti me enamoré. Es tu alma pero te deseo. Nunca me sentí tan feliz con alguien. Nunca disfruté tanto en la cama con alguien.
Los dos se miran felices y satisfechos. Se besan . Ambos sienten una explosión de felicidad que no pueden con ella. Quisieran gritarle al mundo que se aman, que están juntos y son felices. Carlos no deja de acariciar a ese hombre.
--¿estás dispuesto a luchar contra tu hija? A mi me duele y yo no tengo nada que perder, en cambio tú...
Leopoldo  lo mira. Le da un beso para que no hable. Vuelve a abrazarlo:
--tú eres mi paraiso. Contigo no hay problemas. A tu lado sólo quiero feliz.
Carlos se calla. Los dos disfrutan del momento. De la felicidad de estar juntos pero saben que esa felicidad es instantánea, que durará lo que estén en ese hotel . Están un buen rato juntos. Las horas les parece minutos. Disfrutan al máximo de ese momento. Exprimen sus cuerpos. Vuelven a hacer el amor. A Leopoldo le encanta tener a ese chico tan joven dentro de él. Son sensaciones que ya había olvidado y que disfruta como la primera vez. Sí es la primera vez que ama de verdad. Con Carlos está descubriendo la verdadera felicidad.

Mientras Jorge  se pregunta porque no están ninguno de los dos con Cristina.Ha faltado a su trabajo  para no dejar sola a su hermana que duerme por los tranquilizantes.

Carlos  y Leopoldo se levantan desnudos. 
--¿y estuvistes con muchos chicos?
Leopoldo le guiña el ojo.
---para qué quieres saberlo?
A Leopoldo le excita mirar el cuerpo desnudo del chico y le gusta ver que el otro lo desea. Le hace sentir atractivo. Le gusta que lo haya elegido a él. El haber sido él el primer hombre en despertarle el amor y el deseo.
Carlos  le guiña el ojo coqueto.
--para saber si estoy con un experto.
Sonríen. Ríen. Hay mucha complicidad entre ellos.
--pues muchos. Era adolescente. Mi primera  vez fue con una mujer pero enseguida estuve con un.chico.
--¿y qué te gustaba más?
--las dos cosas pero en los chicos buscaba sólo diversión. Llegó un momento que me sentí vacío. Me cansé que los chicos vieran en mí sólo un cuerpo bonito.
Carlos le silva.
--es que eres muy guapo. Ya imagino como habrás puesto de locos a todos los chicos de joven.
Leopoldo le golpea con su boxers que lleva en la mano.
--¡tonto¡
Se ríen. Se abrazan. Se besan.
--quise formar un hogar pero di con la persona equivocada. De joven cogí lo que no cogí después. Pero nunca había sido tan feliz como ahora.
No pueden dejar de mirarse. Ni de acariciarse. Ni de tocarse. Carlos y Leopoldo  se besan apasionadamente. Leopoldo  no lo dice pero sí se siente inseguro. Le preocupa que ahora que ha descubierto el sexo con un hombre lo deje por uno más joven. Se van vistiendo el uno ante el otro. No se sacan los ojos de encima. Salen  abrazados:
--me hubiera gustado no tener que irme nunca, que el tiempo se quedará en esa habitación-dice Leopoldo.
Carlos lo mira enamorado. En el ascensor, se besan una vez más. Una vez fuera se acabó la felicidad. Son solamente un suegro y su yerno y deben guardar las distancias. A los dos los lastima eso.

 En el centro de la ciudad está Coco. Va hacia su casa en moto. Ve una mujer en apuros a la que quieren robar el bolso.  Coco corre hacia ellos. Evita el robo y entrega el bolso a la mujer. Luisa lo mira entre lágrimas.
--gracias.
No se conocen. Coco la mira, ella lo mira. La mirada del uno queda clavada en el otro. Coco está fascinado pero Luisa no se permite abrir el corazón. Se muestra distante. Coco insiste:
--te llevo a tu casa.
Luisa se muestra cortante porque le molesta haber sentido atracción por ese joven tan guapo. Coco sonríe apasionado mientras la ve irse:
--¡que mujer¡
Luisa no quiere hacerlo pero se gira. Le ha gustado el joven. Se lo reprocha después porque él la está mirando y se da cuenta que le ha gustado él. Luisa se ruboriza al sentirse descubierta y se va corriendo. A Coco le emociona que ella le huya. Sonríe con ternura. 

Leopoldo  y Carlos llegan a la clínica. Están felices. Se mantienen distantes pero tienen el rostro iluminado. La sonrisa se les borra cuando aparece Jorge . Serio.
--¿ustedes donde estaban?
Es un duro reproche. Carlos agacha la mirada. Siente demasiada culpa. Leopoldo  se angustia:
--¿le pasó algo a Cristina?
Jorge  mira a Leopoldo , a carlos.
--Cristina está muy mal  ¡¡dice que si no te casas con ella no quiere vivir¡
Leopoldo  y Carlos se miran, se tragan sus lágrimas. Jorge  le pone la mano a su amigo en los hombros:
--la vida de mi hermana está en tus manos. Yo sé que harás lo correcto.
Carlos traga saliva. Jorge  se va a descansar. Leopoldo  se siente una mala persona. Mientras su hija lo necesitaba él se estaba acostando con su novio. Se siente mal de haber pensado compartirlo con ella. Leopoldo  se aparta de Carlos que le agarra el brazo.
--¿qué vamos a hacer?
Leopoldo  se aparta de él. Se muestra distante:
--tú sabrás...
A Carlos  le duele la dureza con la que lo trata. No lo resiste y se va. Leopoldo  llora al ver a su hija dormida por los tranquilizantes. Ver su silla de ruedas, saberla mal. Saber que sólo Carlos la hace feliz. Ese joven que ha convertido en su amante, ese joven con el que ha vibrado en sus brazos como nunca ha vibrado con nadie.  Besa la mano de su hija. Llora y le pide perdón. Le hace un juramento:
--Carlos es tuyo. Nunca más volveré a estar con él.
Esa renuncia le parte el alma pero por unas horas se ha permitido ser más hombre que padre. Ahora tiene que cumplir con sus obligaciones como padre, poner un bozal a su corazón y olvidar el amor y la pasión que siente por Carlos. Éste entra en el cuarto. Cierra la puerta. Lo ha oído todo y se muestra molesto.
--¡yo no soy una propiedad¡ ¡¡algo tendré qué decir a esto¡¡
Leopoldo  se aferra a la mano de su hija para no flaquear. Carlos se quiere acercar a su amado pero éste  no se lo permite.
--Eres el novio de mi hija. Cásate con ella y olvidame.
A Carlos lo que más le duele es la frialdad con la que le habla.
--¿en serio quieres que me case con tu hija?
Leopoldo  quiere fingir que Carlos no le importa para que se quede con su hija. Carlos siente que así es y le duele sentir que no es importante para su amado..
--Es lo normal...  mi hija es tu novia.
A Leopoldo  le duele mostrarse tan distante pero lo hace. Carlos agarra la mano de  Leopoldo  con desesperación:
--¡¡yo ya no quiero a tu hija, te amo a ti¡
Leopoldo  se rompe de dolor. LLora. Mira a su hija, lo mira a Carlos. Está muy atormentado. Habla con dolor:
--no lo digas --le suplica
--¡te amo a ti¡ --dice Carlos desesperado.
--cásate con mi hija.
Leopoldo quiere ser frío pero no pueda. Carlos siente su amor pero le duele que no quiera luchar por él. Carlos lo mira fijamente. Los dos se estremecen, se aman demasiado:
--¿después de esto que hemos vivido quieres que me case con tu hija?
Leopoldo  no lo mira a los ojos, roto por el dolor dice:
--si.
Carlos lo mira lloroso, está decepcionado.



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