viernes, 24 de julio de 2020

Capítulo 19




Carlos mira muy dolido a Leopoldo . Le duele que  haya renunciado a su amor, que le pida que se case con su hija. Carlos deja claro que:
--si me caso será contigo.
--¡eres un loco¡
pero le gusta. Carlos lo acaricia pero Leopoldo  lo aparta de él:
--¡¡no déjame. No quiero que vuelvas a tocarme¡
--Leopoldo, nos amamos.
A Leopoldo le cuesta decir eso:
--Si me amas, cásate con mi hija.
--No me puedes pedir eso.
Carlos está muy dolido. Siente que el hombre  lo que quiere es quitárselo de encima.  Leopoldo  lo ama y lo desea. Quisiera poder luchar con su rival de igual a igual pero no puede hacerlo. La rival es su hija y está enferma.
--¡Si no te casas con mi hija quiero que desaparezcas de nuestras vidas¡¡no te quiero ver nunca más¡
Muy herido por la manera en la que Leopoldo  lo quiere sacar de su vida, Leopoldo  dice:
--Si casarme con tu hija es la única manera para estar a tu lado ¡¡me casaré¡
Carlos está muy triste. Leopoldo  fuerza una sonrisa. Le cuesta fingir su alegría de suegro pero lo hace:
--me alegro.
--eres un  cínico --dice Carlos que cree que no le importa.
--No me hables así. Es lo mejor.
Por momentos Leopoldo  se muestra frío y por momentos roto de dolor. Carlos no sabe a qué atenerse:
---¡dime que no me case y no lo hago¡ ¡¡yo  te amo a ti¡
Leopoldo  lo acaricia le hace sentir su ternura. Su amor.  Carlos cierra los ojos disfrutando de esa caricia. De nuevo la frialdad:
--te tienes que casar con mi hija.
Leopoldo  se lo repite para convencerse. Siente que es lo mejor. Carlos se desespera y dice:
--me voy a casar con tu hija pero la voy a hacer infeliz  porque me caso con ella para estar a tu lado.
A Leopoldo le duele la tristeza de su amado:
--No digas eso.
--te lo advierto --la voz de Carlos suena a reproche-- sólo si tú me dices que te quedas conmigo yo no condenaré a tu hija a la infelicidad al lado de un hombre que ama a su padre.
A Leopoldo  le entran las dudas:
--si es así no te cases.
Carlos trata de abrazarlo:
--¡¡si te quedas a mi lado no me caso con tu hija¡
Carlos es un hombre enamorado y desesperado. Ha querido renunciar a ese amor pero ahora ya no. Está dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias. Leopoldo  se traga su amor. Se aparta de él:
--¡¡No¡¡ si no te casas con mi hija, no te quiero ver más¡
Entonces está ya todo dicho. Carlos lo mira con dureza. Es una advertencia.
--ahora ya no se puede frenar. Nada. Si tú en el altar no interrumpes la boda para decir que me amas... me caso y tu hija será infeliz al lado de un hombre que no la ama.
Y dicho esto se va. Leopoldo  se traga su dolor.  Carlos se encierra en el baño. Llora. Llora. Está muerto por dentro.

Semanas después... Cristina es una novia feliz. Con dificultad de movimientos pero feliz.  Su recuperación es rápida gracias a la ilusión de la boda. Puede caminar con la ayuda de unos bastones. No ha querido esperar más. Manuela  está con Leopoldo , ejercen de padres. Ella se traga su rabia y su deseo hacia su yerno. Su niña así lo ha querido. Ha aceptado que esa boda es lo que salva a su hija. Leopoldo  está muy triste. Se casa el amor de su vida. No puede alegrarse. Jorge  se muestra contento, feliz porque su hermana es feliz.
--estás bellísima.
La novia está muy ansiosa. Se va con su hermano. Aprovechando que se han quedado solos, Manuela  es muy despreciativa:
--¡¡Mira que siempre estás feo pero es que hoy estás de premio. Si dan el premio a la cara más fea te lo dan a ti¡
Manuela  va saliendo de la habitación diciendo:
--¡No sé que vi en ti¡
--mi dinero --piensa Leopoldo con tristeza.
Leopoldo  se mira al espejo. Es la viva imagen de la amargura. Piensa en Carlos, en en lo feliz que era en sus brazos.  Su hija se casa y lo siente como un funeral porque se casa con el hombre que él ama, es el funeral de sus sentimientos. Ajena al amor de su padre y el que va a ser su esposo, Cristina se muestra ansiosa:
--¡vamos a llegar tarde¡
No deja de repetir. Su hermano es el que muestra más alegre de verla contenta:
--aún es temprano. No puedes llegar antes que el novio.
Cristina le va dando golpes con uno de los bastones:
--¡¡pues ve a buscarlo,  venga ve¡
Jorge  sonríe. Besa a su hermana. Confía que la ilusión de ella sea suficiente para que ese matrimonio salga bien.

Carlos se está acabando de arreglar. Su rostro es el de la ansiedad. 
--Hoy se define mi vida.
Coco está a su lado. Apoyándolo. Le pone la mano en los hombros:
--¿estás seguro de lo que haces?
Carlos tiene en mente sus momentos de pasión junto a Leopoldo . Ese día en el que se amaron con intensidad, en una entrega única, una entrega que ninguno de los dos  habían sentido antes.
--es imposible que luego de como nos amamos deje que me case con su hija.
Esa es su ilusión, está convencido que Leopoldo  no soportará verlo jurar ante Dios amor a su hija y que le gritará a todos que lo ama.
--entonces saldremos los dos corriendo. Nos escaparemos donde nunca nadie nos encuentre.
Coco le pone la mano en los hombros. Lo mira fraternalmente.
--ojalá las cosas salgan como tú quieras.
Carlos lo tiene todo preparado. Su documentación, ropa para ambos, dinero... en una maleta que llevará con él en el auto.
--¡tiene que salir bien¡¡Leopoldo  no me puede hacer esto¡
--pero tú por si acaso piensa en lo que harás si Leopoldo  se queda callado.
--¡¡Me humillé ante la bruja para obtener dinero con el que poder huir. Leopoldo  no me puede fallar¡
Coco no imagina que esa mujer de la que su amigo habla siempre con tanto odio es esa mujer que lo sedujo.
--¿que será de ella? --piensa.
Le duele no haberla encontrado. Le duele no haberla podido invitar a la boda. Luisa está sola, en una gran mansión. Triste porque Carlos no la ha querido en la boda. Atormentada por la soledad y el recuerdo de aquel chico tan guapo que conoció.  Con una viudez tan reciente, Luisa siente culpa de estar pensando en otro hombre. Se imagina a su celoso esposo retorciéndose en su tumba y eso la hace sentir mal.

Jorge  llega a casa de los primos. Abraza con mucho cariño a Carlos.
--te debo la vida de mi hermana.
A Carlos le hace sentir culpable ver a su amigo agradecido. 
--Si supiera que me acosté con su padre.. --piensa.
 Van saliendo los tres juntos. Al llegar al templo, Jorge  ve a Carlos demasiado serio. Antes de salir le pone la mano en el muslo fraternalmente y le pregunta:
--¿Por qué lo haces?
En ese momento está llegando Leopoldo con la novia. Carlos suspira enamorado y dice:
--por tu familia.
Jorge  se siente culpable de haber sido él quien presionara a su amigo. Le preocupa tener que cargar con su infelicidad:
--¿y tu? qué pasará luego?
Carlos se calla. Carlos confía que no se celebre la boda. En esos momentos está llegando la novia. Escoltado por su primo y su amigo, Carlos va entrando a la iglesia. Manuela  se acerca a él.
--espero que la hagas feliz o te arrepentirás.
Carlos traga saliva. La amenaza de su futura suegra va en serio. 

Y llega la novia. Su vestido blanco, su velo, su corona, sus bastones, su padre, su ilusión. Leopoldo  rompe a llorar. Nadie se extraña ¡¡¿que padre no llora en la boda de su hija?¡ Pero no son lágrimas de emoción, sus lágrimas son de pena. Son celos porque se está casando su amado. Carlos está temblando en el altar. Mira a Leopoldo. La novia sonríe pues cree que la mira a ella pero Carlos sólo tiene ojos  para el padrino. Leopoldo no puede evitar mirar al novio. Se miran con tanta intensidad. Carlos lo mira desafiante. Sólo él puede impedir esa boda. Leopoldo está temblando. No sabe si va a ser capaz de entregar a su hija al hombre que ama. El pasillo se le hace eterno. Carlos lo desafía con la mirada. Le está diciendo:¿serás capaz de hacerlo?.  Y cada vez están más cerca. Leopoldo no puede mirar a los ojos a su amado. Los dos están rotos por dentro pero Carlos está quieto. Es Leopoldo el que está caminando hacia el altar.
--aún estás a tiempo... puedes huir aunque sea solo --le susurra al oído Coco.
Leopoldo, temblando, entrega a la novia. Quiere irse a sentarse pero Carlos lo agarra de la mano y se abrazan. Nadie se da cuenta de lo que pasa salvo ellos dos. Se aman. Están sufriendo. Carlos está seguro que Leopoldo  no va a permitir esa boda. Carlos lo siente  temblar en sus brazos. Siente su amor
 --no dejes que me case, mi amor. No lo hagas --le susurra.
Leopoldo  tiene el alma rota. Nunca nadie lo había hecho tan feliz pero no puede luchar contra su hija... ¿o sí? Carlos lo está mirando, lo está desafiando con la mirada: o hablas o me caso, le está diciendo. Y Leopoldo  vibra recordando ese gran momento de besos y caricias.  Ninguno de los dos desea que ese abrazo acabe nunca.
--este es el momento. Toma mi mano y huyamos --Carlos.
Hablan en un susurro y en un abrazo lleno de amor que ya se está haciendo largo y la novia se impacienta pero nadie sospecha lo que está pasando.

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